Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.

jueves, 2 de septiembre de 2010

  –Oye, Mari. ¿Tú crees en la transmigración de las almas?
  Mari sacude la cabeza.
  –No. Me parece que no.
  –Entonces, ¿no crees que exista el más allá?
  –Nunca he pensado seriamente en eso. Pero yo diría que no hay ninguna razón para creer en ello.
  –¿Y crees que después de la muerte no hay nada?
  –Sí. En líneas generales, eso es lo que pienso –dice Mari.
  –Pues yo sí creo en la transmigración de las almas. Vamos, mejor dicho, me da pánico pensar que no se produzca. Yo, eso de la nada, no lo entiendo. No lo entiendo y tampoco me lo puedo imaginar.
  –La nada significa la inexistencia de las cosas y, por lo tanto, tal vez no haga falta comprenderla o imaginarla.
  –¿Y suponiendo que sea un tipo de nada que sea necesario comprender o imaginar bien? Tú no te has muerto nunca, ¿verdad? Y eso, hasta que te mueres en serio, no lo sabes a ciencia cierta.
  –No, claro, pero...
  –En cuanto pienso en esas cosas, me acojono –dice Kôrogi–. Solo de pensarlo, siento que me falta el aire, me paralizo de miedo. Y, mira, creer en la transmigración de las almas es más cómodo. Aunque te reencarnes en algo horrible, al menos puedes imaginar qué pinta tendrás. De una forma concreta. Te ves convertida en caballo o en caracol, por ejemplo. Además, si te sale mal el asunto, siempre puedes pensar que tendrás más suerte la próxima vez.
  –Pues yo encuentro más natural pensar que, cuando te mueres, no hay nada –dice Mari.

Murakami, Haruki: After Dark. (Traducción de Lourdes Porta).

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